sábado, 2 de julio de 2011

Argentina 2011: La Democracia tiene un Virus, connatural a ella: el Totalitarismo

En la América Latina actual, se vive la irrupción de ciertos modelos políticos que emergen en las democracias de algunos países. Decimos que emergen porque son los viejas reivindicaciones de intelectuales, sindicalistas y políticos que vivieron perseguidos por las dictaduras  latinoamericanas de las décadas ubicadas entre los 50 a los 80. En los casos más afortunados, viejos sueños y utopías, de socialismos nacionales, pasaron a la política parcialmente con resultados dispares, y no con tanto éxito. Experiencias políticas que fueron mutiladas, por los golpes de Estado, también con dispar beneplácito de la población, y que fueron diluídas por la persecución y el exilio obligado. Pero al fin son modelos, que nos parecen que estaban ligadas al tiempo y al espacio, a un mundo bipolar de la Guerra Fría, al progreso tecnológico espacial de la Unión Soviética, al fracaso de EEUU en Vietnam, al incontenible misterio comunista de Mao en China, al avance exitoso de la experiencia comunista en Cuba, a las reivindicaciones de la libertad del Mayo Francés y del movimiento hippie. Eran movimientos por la Justicia Global, que apasionaba y movía corazones; una especie de religión laica, con sus mártires, sus ministros, con ritos y liturgias propias en pro del Hombre Nuevo Socialista. Hoy estos modelos, no tan radicalizados ya, se autodenominan "nacionalistas y populares", la voluntad popular está “encarnada” en un líder, en un sistema político. Como en las antiguas monarquías a algunos dirigentes parece que solamente le faltaría decir que “el Estado soy yo” al estilo de Luis XIV. Este Estado está casi "omnipresente", canonizando el ámbito público oponiéndolo al privado, con formas de políticas económicas emparentadas con la "economía planificada" de los antiguos gobiernos socialistas, a nivel teórico pero con resultados a veces acordes al liberalismo en el ámbito práctico. Es también “vox populi” de que estos gobiernos son acusados de "demagógicos y populistas", por la tendencia al "clientelismo político" con las clases menos favorecidas. Hacedores de políticas sociales que más se identifican con las "dádivas" sin la necesaria promoción de las clases trabajadoras. El Estado tiene la características de ser “benefactor y subsidiador” de empresas para evitar el despido de empleados; también lo es con los recursos estratégicos como lo son los combustibles, la electricidad y el gas, soplando una “burbuja de bienestar”, que no corresponde con la realidad. Los grandes ingresos fiscales y las grandes retenciones  a las exportaciones, con la inflación alta, permite a estos gobiernos tener grandes reservas para su política subsidiadora o clientelista en el peor de los casos. La gran apropiación también de las rentas en impuestos y servicios de la clase media permite ingresar dinero fresco a las arcas estatales. El gran problema que hoy afrontan estos gobiernos es que parece que este esquema es cada vez menos sustentable política y económicamente. Es el precio que hay que pagar por tratar de imponer un modelo social y económico que daña los principios de la Democracia y el sentido de la Ciudadanía, porque en este contexto son inviables políticamente. Siempre los socialismos a ultranza han terminado en Dictaduras, coherentes con la teórica Dictadura del Proletariado, y en sus consecuentes Totalitarismos, frutos del Estatismo. Mal que les pese, a los profetas de este anacronismo político y social, hoy el mundo es otro, es el Mundo Posmoderno, fin de las utopías, un mundo que reniega de la Modernidad. El cientificismo positivista moderno dogmatizaba que “sólo tiene sentido lo que es empíricamente verificable”; este mismo cientificismo ha provocado el estado de cosas surgido de la Revolución Industrial, un mundo en donde el progreso de la racionalidad tecnológica ha llenado de petróleo y aceite los mares, ha recalentado el planeta, ha provocado lluvias de ácido en los bosques europeos. Mundo Posmoderno que rescata el valor de la espiritualidad, la mística, la trascendencia;  sensibilidad que encauzan hoy muy bien esa especie de religión laica, los nuevos-cuasi Totalitarismos, con sus mesías políticos que encarnan el poder político, que se arrogan ser las únicas instancias éticas de la sociedad e intérpretes del sentir del pueblo. Neo-Emperadores y Emperatrices encarnadores de la verdad, el bien, el sentimiento del pueblo, con liturgia de pasacalles, slóganes, consignas y ritos discursivos que provocan el éxtasis místico, de adhesión a su magestad. Líder que en vez de ser pluralista, propone paradigmas que dividen la realidad entre los buenos: nosotros y los malos: ellos. A pesar de lo que predican estas religiones laicas, la realidad es del triunfo del neoliberalismo y la economía globalizada. El desafío es cuestionar, purificar, dar una alternativa crítica al sistema de poder global sin propuestas neolíticas. Hoy, desde los Medios Alternativos de Comunicación, con alivio se comprueba cierta militancia, que en realidad le pega al sistema en lo que más duele, meten el dedo en la llaga cuestionando las soluciones solamente tecnológicas y no del cambio del paradigma político y económico, en la gravísima cuestión de revertir la degradación de la naturaleza y la contaminación ambiental. La cuestión Ecológica, es casi totalmente ignorada por los modelos “nacionalistas y populares”, que parecen tener el rol de “contrapeso” como en su momento lo tuvo el Marxismo, al sistema Capitalista. En definitiva quieren cambiar el mundo con el cambio de manos del capital, de la base materialista de los medios de producción. Como decía el Filósofo, Johannes Hirschberger “el capitalista es aquel que tiene dinero y quiere tener más y el comunista es el que no lo tiene pero lo desea tener”.
Todos estos modelos políticos en danza han reflotado un dilema ya preanunciado por famosos intelectuales, como el caso de Claude Lefort. Con Sartre fueron colegas en la revista Los tiempos Modernos. Lefort tiene algo del existencialismo, cuando dice que la libertad política aparece, como indeterminada e indeterminable que configura al individuo. El Estado, Pueblo y Nación no son realidades sustanciales sino que dependen del discurso político, de una elaboración social e histórica, reelaboraciones simbólicas en el devenir de la existencia. El principio democrático de individuación es inseparable de la libertad política, es decir la libertad de configurar una vida social, el hombre entonces es su libertad. Los actores no conocen ni el principio ni el final de la obra llamada Democracia. Al decir de Machado: “Caminante no hay camino se hace camino al andar”. Lefort reivindica la libertad, esa misma del Mayo del 1968, que defendía su colega Jean Paul Sartre. Más allá de las reservas que podemos hacer a esta propuesta “libertaria” al nivel ético y moral, “existencialista atea” al nivel filosófico, negador de la realidad del ente y de la Metafísica, rescatamos la orientación política, sin ánimo de sincretismo. En el texto de Sergio Ortiz Leroux, La interrogación sobre lo político: Claude Lefort y el dispositivo simbólico de la Democracia. En el capítulo sobre el Vacío Simbólico del Poder expone que en la Democracia Moderna de principios del Siglo XIX, es un gran acontecimiento donde se diluyen los indicadores de la certeza e individuos  e instituciones se ven ante la indeterminación de lo dado. El fundamento de distinción y semejanza entre los hombres no está ya en la naturaleza, los mitos y la religión. En el aspecto filosófico Kant propone una mayoría de edad en el sujeto, que adhiere a la Ética del Deber por el Deber mismo. El paso es muy grande, riesgoso y aventurado. Las monarquías eran la matriz teológica y política de la Edad Media, donde toda autoridad viene de Dios y la autoridad política es reflejo de la autoridad divina. El príncipe unifica y nivela todo el cuerpo social, era el mediador ante Dios, por esto era ungido por el Papa. Era la Justicia, la Razón encarnada en un cuerpo que tenía parte de sacro y de mortal; representante del Uno, la unidad sustancial entre Reino y la Nación. El poder estaba encarnado en la persona del príncipe.
En la Democracia el poder está totalmente vacío, es un lugar inhóspito, porque es el espacio de todos. La Democracia es un dispositivo simbólico que no debe ser confundido con el dispositivo institucional de la elaboración posterior de los conceptos de Estado, Nación. El Individuo, la Ley y poder es la paradoja del individuo democrático. El individuo debe juzgar y actuar por sus propias normas; esto trae una experiencia de desamparo y anonimato. Para escapar de la disolución de su identidad se une a sus semejantes. Al liberarse del poder arbitrario del príncipe se enfrenta al riesgo del poder de nadie, y sin límites de la voluntad general del pueblo. La nueva posición asignada al individuo en las nuevas sociedades democráticas, es que cada uno está invitado por igual para el trabajo político. Los individuos se descubren entre sí, cada uno entre los demás, comprometidos por igual al ejercicio de la autoridad o a su control. El individuo surge del Derecho; la libertad individual deja de ser un privilegio del Absolutismo, abandona sus condiciones particulares y se apega al hombre como tal. Sólo en la Sociedad Democrática los individuos se visibilizan, emergen, no sólo como iguales sino que se definen. El principio Democrático de individuación es inseparable de la libertad política, es decir la libertad de configurar una vida social. Lefort ve que la esencia de lo político es la libertad individual y la libertad política; se materializa la libertad al descubrirse en la aventura democrática como individuo y ciudadano, por más importantes que sean las leyes y las instituciones. La Democracia Lefortdiana es una forma de sociedad con un sentido instituyente, que no termina en lo instituido porque se apoya no sólo en la política sino también en lo político. La libertad política aparece como peligrosa, indeterminada e indeterminable configura al individuo y atiza el fuego de la Democracia. Lefort asegura que la libertad es constitutiva del individuo, es un “instinto natural”, que no es empíricamente verificable. La libertad individual y la libertad política hacen que la Democracia no sea solamente una forma de gobierno, sino una forma de Sociedad, un estilo de vida, un estado de ánimo contagioso, convencida de que no hay ya un saber último de lo humano, por eso es detonador de cambios y agitación y se extiende por el cuerpo social una inquieta actividad, fuerza y energía. El poder ya no representa la identidad particular de un individuo o grupo, o un poder encarnador, o la cabeza que ordena al cuerpo.  Lefort comenta que la Democracia Moderna, es el ejercicio de un poder no encarnado, y del conocimiento y fundamento último de su legitimidad; no hay relación con la ley y el saber, porque libres del poder implica no poder referirse a un principio que trasciende el pensamiento y la acción. La libertad política y la libertad individual, la nueva idea del poder y el derecho coinciden con un nuevo saber e idea de verdad. Ya en el orden filosófico europeo Inmanuel Kant había planteado anteriormente la disolución de la Metafísica Aristotélica y de todo orden objetivo, por lo tanto la verdad estaba en el sujeto trascendental, que parafraseando al sofista Protágoras afirmaba en un sentido que “El hombre es la medida de todas las cosas”. Nadie es centinela de las razones últimas. La institución de la sociedad y el individuo democrático es sometido a una prueba radical: disolución de las referencias últimas de certeza. Como la libertad del individuo no es del orden empírico, de lo empíricamente verificable, la Democracia sociedad histórica por excelencia acoge y preserva la indeterminación de esa libertad. La Democracia Lefortdiana es forma de la sociedad, su noción es un lugar vacío donde nadie es consustancial a ella. La Democracia no es un lugar ni dentro ni fuera  es una instancia puramente simbólica no se localiza en lo real. La Democracia Moderna es un régimen de distancia entre lo simbólico y lo real. La nueva posición del poder fue reelaborada simbólicamente: Estado, Pueblo, Nación, Patria, Humanidad, son simbolizaciones que pretenden anular las discordias y la conflictividad para llenar ese vacío de poder. El poder lucha por la identidad en la sociedad democrática, y ésta siempre está ligada a un discurso político, a un debate ideológico, sin encarnarse en una realidad sustancial; porque el Estado, Pueblo y Nación no son realidades sustanciales sino que dependen de un discurso político y de una elaboración social e histórica ligada al debate ideológico. Por estas representaciones la sociedad se relaciona consigo misma, pero paradógicamente está confrontada con la heterogeneidad de intereses y creencias. El conflicto político se da porque también está en la sociedad y la cultura. La representación política de Partidos ( que en esencia están en competencia para el ejercicio del poder, por medio del conflicto) legitima el conflicto en la sociedad, mantienen el principio de diferencia sobre el que se basa la sociedad Democrática. El partido proclama la unión y el interés general como vocación. Pero el antagonismo es otra vocación de la sociedad por la división. La Sociedad Democrática se articula en su interior no por el consenso solamente sino por el conflicto político. Su unidad simbólica es fruto de su irreductible división. La Sociedad es el lugar simbólico y allí se participa, por eso la prueba de fuego de la Democracia es por el trato que se da a las minorías. El principio ordenador de la Democracia, el poder como el lugar vacío, es porque es el espacio de todos, el dispositivo simbólico no se confunde con el dispositivo institucional. El dispositivo simbólico permitirá el acceso al poder de las minorías, el poder del Estado se expande si conserva su condición de poder anónimo. Para Lefort la Democracia es una forma de sociedad que carece de seguro de vida, dice que los males, los virus de la Democracia se combaten con el único remedio, con la vacuna de más Democracia y más libertad política, alejando así el fantasma del Totalitarismo. Por las elecciones periódicas nadie encarnará el poder, y cuando se reciba el mandato de la sociedad para ejercerlo no lo tendrá todo ( por los tres órganos de gobierno de la república ).
Hoy apreciamos Totalitarismos o modelos que se le aproximan, a todo nivel, tanto como ético-religiosos, en el mundo talibán, y en sus contrarios ortodoxos; en la esfera política con lo propuesto por los modelos de corte “nacionalistas-socialismos-populares” Latinoamericanos. Los Totalitarismos surgen especialmente cuando el mal que aqueja a la Democracia se traduce en guerras, crisis, devastaciones naturales, morales, ideológicas, étnicas, religiosas. Todo esto provoca inseguridad, individual que se traduce en una sociedad fragmentada, y donde el riesgo,  la contradicción, la tragedia del deseo de libertad es eclipsado por el deseo de servidumbre. Este deseo, es aprovechado por la “Verdad Revelada” de algún profeta político de turno, que llama a renegar de ese “empacho de libertad”. Un “periodismo militante", alternativas modernas a la propaganda política, lucha por construir una opinión pública favorable, para el “mesías político”. Es el mismo periodismo adulador, que durante décadas apoyaron todas las elecciones y plebiscitos tratando de que las dictaduras, autoritarismos y totalitarismos intenten perpetuarse en el poder. Ese periodismo nada objetivo, ni libre, ni pluralista, sin sentido democrático apoyó al comunismo, al nazismo, fascismo, franquismo, maoísmo, castrismo, dictaduras, esos periodistas como esos autoritarismos yacen hoy con ellos en el polvo de la derrota. Así la sociedad fragmentada recurre al poder encarnador, busca una cabeza para el cuerpo decapitado, el pueblo debe ser uno, una unidad sustancial, el estado no tiene divisiones, decae el poder hacia lo real, porque no hay resolución simbólica, es decir política. Hace falta la “mano dura” para poner orden a tanta libertad. Así la misma naturaleza democrática que se da en el ámbito de lo simbólico, es virar hacia los polos de la libertad o de la servidumbre, es un riesgo, una contradicción, una tragedia, un riesgo que se debe correr. La pérdida del fundamento del orden político, del sentido del orden político de lo social hace surgir la indeterminación; el deseo de libertad conlleva la virtualidad del deseo de servidumbre. Con el Virus Totalitario la Democracia tendrá que aprender a sobrevivir. El futuro de la Democracia está en la invención constante, en el devenir de la existencia. Podemos preservar la libertad política de la Democracia. Nuevas simbolizaciones, nos pueden ayudar, como lo es el valor de la persona humana por su dignidad, como fundamento de los Derechos Humanos, y desde allí proponer un proyecto a nivel de una Ética Universal. Propuesta que no renegaría de las esencias de las cosas, de su consistencia, pero también respetaría esta idea de libertad tan cara a los ideales humanos. Pero esto último será unos de los temas de artículos posteriores.      

1 comentario:

  1. Creo que la clave es buscar un modelo político que conjugue un rol del Estado firme y definido, pero no en desmedro de las libertades individuales. La perpetuación en el poder no es buena, ni siquiera para los gobernantes que hacen todo bien; y los caudillismos son, a todas luces, anacrónicos. Pero mientras siga abonándose la tierra en la que aumentan los ciudadanos que dependen de las dávidas de un Estado que les compra con ellas las voluntades, sometiéndolos a la más denigrante exclusión del sistema (porque no se cultiva la cultura del trabajo y no se brinda educación de calidad), seguiremos con modelos perversos. La clave está en la educación y en la participación activa y responsable de quienes no sólo tienen buenas ideas sino que tienen integridad moral.

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